
By Kate Bolick
Read Online or Download Solterona. La construcción de una vida propia PDF
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L. a. Carta sobre el humanismo fue publicada por primera vez en 1947 a modo de apéndice a un escrito anterior sobre l. a. doctrina platónica de l. a. verdad. Si bien se inscribe en el landscape de una postguerra que, a l. a. vista de las ruinas resultantes de los angeles Segunda Guerra Mundial, se plantea un interrogante generalizado acerca de l. a. responsabilidad de l. a. cultura occidental de su ciencia, pero también de su literatura, de su música y, sobre todo, de su filosofía en los angeles catástrofe ocurrida, este texto de Martin Heidegger (1889-1976), al que no se tardó en atribuir cierto carácter programático, alcanzó rápidamente una gran acogida y despertó un interés que no ha cesado de incrementarse hasta el día de hoy.
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La bonita fachada de ladrillo rojo de mi colegio. Cuatro de mis cinco despertadoras eran pelirrojas. Hasta estar conduciendo por la deslumbrante ciudad blanca en la que nací no me di cuenta de que las únicas características que las cinco mujeres tenían en común eran una relación muy ambivalente con la institución del matrimonio, la oportunidad de materializar esta ambivalencia y ser blancas (rasgos estos, podría decirse, inseparables unos de otros). En la época por la que me sentía atraída (sobre todo, el paso del siglo XIX al XX), poquísimas mujeres de color tuvieron el privilegio de escribir y publicar y, por lo tanto, de hacerse oír pasado el tiempo.
Se estuvieron espiando el uno al otro mientras hacían la cola del telesilla: un joven guapo de pelo rizado, con un pañuelo blanco de seda adorablemente fuera de lugar (se crio en Carolina del Norte y nunca había ido a esquiar); una morena con curvas vestida con un mono de esquí de color verde manzana (de Nueva Inglaterra y acostumbrada a las pistas). Más tarde, ya de vuelta en el refugio, se pusieron a flirtear mientras tomaban un chocolate caliente y descubrieron que los dos vivían en Washington, D.
Era una sensación casi física, como si todo aquello que hubiera pensado o hecho se hubiera bordado en la larga cola de un vestido que ahora se arrastraba tras de mí allá adonde yo fuera. Cuando miré hacia atrás para contemplar aquella proeza de magia sobre seda, allí estaban los espectros de mis cinco despertadoras, sujetándola en el aire. Hasta entonces no había considerado a aquellas cinco mujeres como grupo y, a lo largo de las semanas que siguieron a la fiesta, me di cuenta de que no podía dejar de hacerlo.