
By Fulcanelli, Philip Bates
“Cien años de soledad”, de García Márquez, es, entre otras cosas, una alegoría alquímica. Uno de los personajes de “Abadón el exterminador”, de Ernesto Sábato, pregunta a otro: “¿no has leído a Fulcanelli? Pues tienes que hacerlo”. Y considerando que tal vez estuviera hablando por boca de ganso en nombre de una autoridad textual más elevada, me lancé yo mismo a l. a. lectura de ese misterioso escritor, personaje o entidad, autor de obras publicadas tan espaciadamente que no pueden ser abarcadas por l. a. vida de una personality y cuya identidad actual ha sido atribuida a diversos personajes relevantes del siglo XIX. los angeles primera de las cuales que cayó en mis manos, “El misterio de las catedrales”, va indagando y poniendo de manifiesto el modo specific en que Occidente asimiló el corpus de saber arcaico que constituye el fundamento del pensamiento de todas las sociedades humanas, forjadas a lo largo del espacio y de l. a. historia, acumulado en edades primitivas. Todo ello plasmado en esas fabulosas biblias de piedra. Fulcanelli, como todo buen ocultista, no revela todo en cada una de las partes de los angeles estructura cambiante y movible de sus trabajos, pero lo que vela en una, lo desvela en otra, continuando así en una suerte de espectáculo de sombras chinescas, hecho de luz y oscuridad alternadas, debiendo el lector recolectar con paciencia y discernimiento, aquí y allá, l. a. brizna de hierba destinada a esclarecer su mente, reveladora de una entera cosmogonía, dejando de lado el montón de heno cuya única vocación es los angeles de pudrirse.
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Los enfermos que iban a Nótre-Dame de París a implorar a Dios alivio para sus sufrimientos permanecían allí hasta su curación completa. Se les destinaba una capilla, situada cerca de la segunda puerta y que estaba iluminada por seis lámparas. Allí pasaban las noches. Los médicos evacuaban sus consultas en la misma entrada de la basílica, alrededor de la pila del agua bendita. Y también allí celebró sus sesiones la Facultad de Medicina, al abandonar la Universidad, en el siglo XIII, para vivir independiente, y donde permaneció hasta 1454, fecha de su última reunión, convocada por Jaeques Desparts.
Los médicos evacuaban sus consultas en la misma entrada de la basílica, alrededor de la pila del agua bendita. Y también allí celebró sus sesiones la Facultad de Medicina, al abandonar la Universidad, en el siglo XIII, para vivir independiente, y donde permaneció hasta 1454, fecha de su última reunión, convocada por Jaeques Desparts. Es asilo inviolable de los perseguidos y sepulcro de los difuntos ilustres. Es la ciudad dentro de la ciudad, el núcleo intelectual y moral de la colectividad, el corazón de la actividad pública, el apoteosis del pensamiento, del saber y del arte.
En aquella época, el procedimiento, que no nos pareció demasiado honrado, nos produjo tanta sorpresa como dolor y nos desconcertó profundamente. Ciertamente, jamás habríamos hablado de ello, si, después de Marcel Clavelle -alias Jean Reyor-, no hubiese experimentado recientemente Bernard Husson la inexplicable necesidad, a treinta y dos años de distancia, de volver a lanzar la piedra y venir en auxilio de Cambriel. Nos limitaremos a dar aquí la jactanciosa opinión del primero -en el Velo de Isis, de noviembre de 1932-, puesto que el segundo la hizo suya íntegramente, sin reflexionar y sin mostrar el escrúpulo que hubiera debido sentir por tratarse del Adepto admirable y del Maestro común:, �¡Todo el mundo comparte la virtuosa indignación de Fulcanelli!