Aclaraciones a la Ética del Discurso, 2000 by Jurgen Habermas

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By Jurgen Habermas

Habermas sigue desarrollando en esta obra su análisis del «actuar comunicativo». El trasfondo de l. a. discusión está formado sobre todo por objeciones contra nociones universalistas de ethical que se remontan a Aristóteles, a Hegel y al contextualismo contemporáneo. Yendo más allá de los angeles estéril contraposición entre un universalismo abstracto y un relativismo que se contradice a sí mismo, el autor intenta defender l. a. primacía de lo justo entendido deontológicamente sobre lo bueno. «Pero -dice Habermas- esto no significa que las cuestiones éticas en sentido estricto tengan que quedar excluidas de los angeles discusión racional».

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Y no otra cosa que el reconocimiento de ese derecho es lo que parece venir implicado por las exigencias de simetría que el <> impone. Y lo conceptualmente implicado en ello es lo que se hace explícito en la tradición de la filosofía moral kantiana. Y en esa tradición, tan influida en la filosofía del siglo XX (como muestran los <> de Mead) por esa abstractísima <<ética del bien>> que es el <>, es donde se sitúa Habermas. Sólo si desde esa perspectiva no pudiera descubrirse en el contexto de esa humanidad abstractizada y universalizada directiva alguna que pudiera ser aceptada por todos como siendo en bien de todos por igual (o más aún: sólo si ni siquiera pudiera llegarse a compromiso alguno que pudiera considerarse admisible desde esa perspectiva, o más aún: sólo si tuviera sentido decir que el mantenimiento e institucionalización de las puras condiciones de simetría exigidas por el <>, tal como Habermas lo formula, no es el primer <> que, por encima de la plurales materias y proveniencias históricas de la que están hechos los demás <> de las <<éticas de los bienes>>, esa 36 humanidad abstractizada, universalizada y distanciada de sí se ve en la necesidad de asegurar a todos por igual), sólo entonces, digo, el <>, que Kant conceptualmente articula, quedaría irremediablemente vacío; es decir, sólo entonces Kant podría quedar reatrapado por Aristóteles y reabsorbido por él; naturalmente, si es que para entonces quedase algo de lo que el esquema de Aristóteles supone, y no más bien lo que Weber barruntaba.

Pues bien, en <> las siempre bien comprehensivas preocupaciones teóricas de Habermas tienen como foco, como es por lo demás bien sabido, la pregunta de si, y en qué sentido, el proceso de ruptura con la tradición, de des-tradicionalización, el proceso de autodevoradoras problematizaciones en cascada y de abstractización de las estructuras de conciencia, que se pone en marcha en Occidente con lo que llamamos <>, es también un proceso de <>, un <>, también en el sentido de la <>.

Para nuestros enunciados o para nuestros juicios morales no tenemos más remedio (al hacerlos) que reclamar validez veritativa o validez práctica (pues ello 47 forma parte del propio sentido del hacerlos) por encima de sus concretas condiciones de espacio social y tiempo histórico, aun siendo conscientes de las limitaciones impuestas por esas condiciones o contextos e incluso estando seguros de que acabarán sucumbiendo a ellas. Es decir: en relación con esos enunciados y juicios (si los estamos haciendo en serio y cuando las cosas van en serio) no tenemos más remedio que entablar la pretensión de poder defenderlos ante todo ser racional.

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